El paso de una estación a otra no solo afecta nuestro estado de ánimo o nuestra ropa: también influye en cómo debería alimentarse nuestro cuerpo. Cada estación tiene unas necesidades específicas, y adaptar la alimentación puede ayudarnos a mantener un buen estado de salud, fortalecer nuestras defensas y sentirnos con más energía.
Durante la primavera y el verano, el cuerpo necesita alimentos que favorezcan la hidratación y aporten vitaminas y antioxidantes que protejan frente al aumento de la exposición solar. En cambio, en otoño e invierno, es recomendable potenciar el sistema inmunológico y optar por comidas más energéticas que nos ayuden a mantener la temperatura corporal y a combatir la fatiga estacional.
¿Qué tener en cuenta con cada estación?
Primavera:
Es momento de depurar el organismo tras el invierno. Las frutas y verduras frescas como fresas, espárragos, alcachofas o espinacas aportan fibra, vitaminas y antioxidantes. Además, ayudan al correcto funcionamiento hepático, muy implicado en la eliminación de toxinas. Aumentar el consumo de alimentos ricos en vitamina C puede ayudar también a prevenir alergias típicas de esta estación.
Verano:
Las altas temperaturas aumentan el riesgo de deshidratación. Por eso, es fundamental beber suficiente agua y consumir alimentos con alto contenido en agua, como sandía, melón, pepino o tomate. Las comidas ligeras y frescas favorecen una digestión más fácil. También conviene reducir los alimentos grasos o muy calóricos, que pueden resultar pesados en los meses más calurosos.
Otoño:
Es una etapa de transición en la que conviene preparar el cuerpo para el frío. Las setas, calabazas, granadas o frutos secos son buenos aliados por su contenido en vitaminas del grupo B, zinc y antioxidantes. También es un buen momento para reforzar las defensas con alimentos ricos en vitamina D y hierro, y para retomar rutinas saludables que quizás se hayan descuidado en verano.
Invierno:
El cuerpo necesita más energía para mantenerse caliente, por lo que las comidas más calientes y nutritivas (como guisos ligeros, legumbres o cremas de verduras) son especialmente recomendables. No hay que olvidar la vitamina C y el zinc, claves para prevenir resfriados y gripes. Además, los pescados azules pueden contribuir al mantenimiento del sistema inmunológico gracias a su aporte en ácidos grasos omega-3.
Consejos generales para cada estación:
- Escucha a tu cuerpo: A menudo nos pide lo que necesita. El cambio de estación puede alterar el apetito o la digestión.
- Aprovecha los productos de temporada: Son más económicos, sostenibles y nutricionalmente más completos.
- Hidrátate todo el año: Aunque el verano lo recuerde más, en invierno también es importante mantener una buena hidratación.
- Evita los extremos: Ni dietas demasiado restrictivas en primavera, ni excesos en invierno. El equilibrio es la clave.
Adaptar la alimentación al ritmo de la naturaleza no solo es beneficioso para la salud física, sino también para nuestro bienestar general. Escoger bien lo que comemos en cada estación puede marcar la diferencia en cómo nos sentimos.
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